Tejido Nazarí |
Nacida de la fragmentación del territorio andalusí al final del período almohade, en un contexto de reconquista cristiana, la dinastía nazarí fue fundada en 1232 por Muhammad ibn Yusuf ibn Nasr ibn al-Ahmar, un jefe militar originario de la región de Jaén. A partir de 1237, instala su capital en Granada, y organiza la defensa de un territorio modesto que abarcaba las ciudades de Málaga y Almería. Los primeros emires nazaríes se dedicaron a consolidar su posición frente a los castellanos, a los que a pesar de todo debían reconocer la soberanía y rendir tributo y contingente armado ocasional. No obstante, conseguían sacar provecho de la división entre castellanos y catalano-aragoneses y se aliaban de forma intermitente con los abdelwadidas de Tlemcen y sobre todo con los marinidas de Marruecos, que atacan en varias ocasiones las posiciones castellanas entre finales del siglo XIII y la primera mitad del siglo XIV. Los emires granadinos consiguieron en particular una importante victoria, la conocida como de la Vega de Granada, en 1319, con la ayuda de contingentes marroquíes y durante la cual murieron dos infantes de Castilla. Este período fasto estuvo también marcado por la reconquista de Algeciras y Gibraltar. El reino de Muhammad V (1354-1391), que vive un largo período de paz tras el debilitamiento del reino de Castilla y del de los sultanes mariníes, constituye el apogeo político y cultural de la dinastía.
El emirato nazarí cuenta con una importante población debido a la afluencia de musulmanes huidos de la Reconquista, y todas las tierras disponibles se explotan de manera intensiva. Aunque el déficit de trigo obliga a importarlo del norte de África, el reino de Granada exporta gran cantidad de frutos secos y azúcar, así como de sedas. Los genoveses, interlocutores comerciales privilegiados, destacan por su presencia en los puertos de Málaga y Almería.
Imagen de los gobernantes nazaríes, en la Alhambra de Granada |
En el plano intelectual, científico y literario predomina un cierto conservatismo. Se impone una estricta ortodoxia malekita que combate las tendencias sufíes místicas desarrolladas en el siglo XIII en torno a Murcia. La figura intelectual dominante e indiscutible es Ibn al-Khatib, secretario y más tarde visir bajo el reinado de Muhammad V, antes de ser obligado a exiliarse en Marruecos y finalmente ejecutado en 1375. Su obra enciclopédica aborda tanto las ciencias religiosas, como la medicina, la filosofía, la poesía y la historia. Uno de sus alumnos, Ibn Zamrak (m. 1394), que le sucede en el visirato, es el autor de los últimos coletazos de la poesía andalusí. Sus composiciones, que adornan las paredes de la Alhambra, le han valido gloria y posteridad.
La residencia palaciega de la Alhambra, construida sobre un promontorio rocoso que dominaba la ciudad de Granada desde la fundación de la dinastía, se fue modificando y embelleciendo a lo largo de los siglos. Rodeada por unas impresionantes murallas dotadas de torres, se descompone en barrios militares, administrativos o en diferentes pabellones principescos cuyos volúmenes sencillos, aderezados con pórticos, se diseminan entre jardines y albercas con connotaciones claramente paradisíacas. Los fastuosos reinos de Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V dejaron una huella imborrable en este lugar, con la construcción de los famosos patios de Comares y el Palacio de los Leones, así como las extraordinarias salas de cúpula llamadas de Dos Hermanas y de los Abencerrajes. Combinando con una magnífica virtuosidad los paneles de cerámica, los estucos esculpidos y las carpinterías, los interiores de la Alhambra elevan a una distinción extrema una gramática decorativa que se encuentra en el Magreb, desde finales del siglo XIII, en las grandes obras de los abdelwadidas en Tlemcen o de los mariníes en Fez y Marrakech. Un mismo parentesco magrebí se encuentra en la paginación y la ilustración de los manuscritos coránicos, que privilegian un formato más bien cuadrado, el uso prolongado del pergamino y de los frontispicios con una decoración geométrica característica.
Detalle del palacio nazarí, La Alhambra |
Los motivos vegetales, caligráficos o geométricos de los estucos de la Alhambra se encuentran plasmados en colgaduras trabajadas de seda de deslumbrantes colores entre los que predomina el rojo y el amarillo. En una de ellas, conservada en el museo de Cleveland (EE.UU.), se despliega la máxima nazarí “Lâ ghâlib ilâ Allâh” (“El único vencedor es Dios”), presente en un gran número de objetos y ornamentos, y que a menudo adopta la forma de un blasón, sin duda por influencia cristiana. Estos textiles de gran lujo se importaban a las cortes principescas europeas –a veces en forma de tributos. Su fabricación continuó tras la caída del reino de Granada. Esta continuidad entre el período musulmán y la dominación cristiana se ilustra a través de la producción de cerámicas con una decoración de lustre metálico. Ésta parece tener su origen en el al-Andalus alrededor del siglo XII y florece en la época nazarí. Málaga se consolida entonces como un centro de producción extremadamente dinámico, cuyas piezas se exportan tanto a Europa como a Oriente, como lo certifican fragmentos hallados en el Cairo, en Alejandría, así como en Siria, Estambul o incluso en Beaucaire, en el sur de Francia. Entre sus realizaciones más espectaculares figuran los famosos jarrones monumentales denominados “de la Alhambra”, con asas en forma de alas, algunos de los cuales se encontraron en el propio palacio. La fabricación de cerámicas con decoración de lustre metálico se prolonga mucho más allá de la caída del emirato de Granada, con la producción denominada “hispano-morisca” procedente de los centros de Valencia, Paterna y Manises.
Decoración de zócalos nazaríes |
Por último, el trabajo de orfebrería revela también la distinción de la corte nazarí: empuñaduras de espada, ornamentos de cinturón, elementos de collares... utilizan con virtuosidad el oro afiligranado, a menudo asociado al esmalte, un testimonio más de los intercambios con los reinos cristianos.
Mientras que las producciones artísticas parecen mantenerse a lo largo del siglo XV, la situación política se vuelve cada vez más preocupante y aumenta la inestabilidad política debido a las luchas internas en la familia nazarí, a las que se suman las intrigas del poderoso clan de los Banu Sarraj (Abencerrajes). El último siglo nazarí se debate entre sucesivas convulsiones, cortos períodos de paz y últimos sobresaltos, mientras que la presión cristiana, fortalecida por la alianza catellano-aragonesa establecida en 1479, va aumentando irremisiblemente hasta la rendición de Granada firmada por Boabdil el 2 de enero de 1492, que supuso el fin de toda la dominación musulmana en al-Andalus.
C. J.
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